
Definitivamente este año ha sido un torbellino de transformaciones, y todo indica que octubre traerá aún más. A veces parece que el tiempo vuela y uno se pregunta si realmente cumplió lo que se propuso a principios de año. Me dijeron: “hay que ir lento”, y entendí que no era una limitante, sino una forma de dar espacio a lo que tenía que llegar.
Así como aparecieron nuevas oportunidades, también hubo cambios en mí y en mi entorno. No me gusta decir que fueron “para mejor”, porque sin lo primero no habría existido lo segundo; ambos momentos fueron igual de importantes. Los errores se convirtieron en pruebas, y esas pruebas en ajustes que me llevaron a hacer más cambios.
En tan solo una semana, tres proyectos se echaron a andar, no porque alguien lo pidiera, sino por la intención de hacer algo útil, algo que trascienda lo visual y deje un impacto. No sé cuánto alcance tendrá, pero sé que nació con propósito.
Estoy en un estado creativo intenso, generando ideas, con la certeza de que vienen retos más grandes que me exigirán estar más relajado, porque los resultados serán significativos. No se trata de cuestionarme ni de caer en la autocrítica, el simple hecho de hacer ya es un triunfo: romper paradigmas y demostrarme que el escenario actual, aunque no defina mi vida, sí me dará satisfacción.
Muchas cosas están esperando su momento para brillar, y cuando llegue, saldrán a relucir. Como diría el Peregrino: “a seguir adelante”. Los desafíos serán muchos, pero el instinto de supervivencia y el vivir en estado de asombro son los que nos permitirán avanzar.
✍️ Desde la edición, por Benjamín Pozos







